Dice en su prologo:
“Si la Iglesia en el momento presente está
intentando hacer un esfuerzo extra en sus centros de orientación familiar,
colegios, asociaciones juveniles, etc., para educar a los jóvenes en la visión
de la afectividad y la sexualidad, no es tanto porque se trate de un cometido específico
de la Iglesia, como por salir a dar respuesta a una de las carencias más graves
de nuestra sociedad. En efecto, la gran mayoría de los cursos de educación
afectivo-sexual que se imparten en la red de enseñanza pública (a veces incluso
en la privada), son abiertamente antinaturales, por haber asumido la ideología
de género. Su meta se reduce al llamado “sexo seguro”, es decir, a la enseñanza
de la “practica” del sexo, sin riesgo aparente de embarazos ni de enfermedades
de transmisión sexual. En realidad, no ofrecen una educación sexual, sino una mera
enseñanza de la práctica genital. Es como si nos diesen un cursillo de cómo
conducir un coche, sin enseñarnos las nociones del Código de Circulación, y sin
que supiésemos a dónde poder dirigirnos con él”.
Es lamentable que se nos siga metiendo en el
mismo saco a los educadores sexuales. Desde la perspectiva de la Sexología Sustantiva, venimos denunciando la ausencia de educación en este campo en todas
las áreas educativas, y que cuando se
imparte, muchos lo hacen desde el intrusismo más descarado.
Mi línea formativa,
se basa en la educación sexual o como quieran llamarla, básicamente es sexualidad en valores, como el respeto a los otros, la responsabilidad en la
toma de decisiones, o sea, en no apresurarse si no se está preparado
madurativamente. Saber que la sexualidad no solo es lo que se hace con los
genitales, si no, que hay mucho más en juego: no solo es fuente de placer,
sino, de afectos, de sentimientos, emociones. Hablamos de relaciones sexuadas,
que puede ser, abrazos, besos, caricias, en fin…, un amplio mapa de
posibilidades, siempre en función de lo que cada persona entienda como tal. Por
eso nos ajustamos a lo que saben, quieren saber y lo que deben saber. Esto
incluye, aclarar las desinformaciones bien de la industria mediática, o de los
grupos de amistad, que es lo más frecuente. En definitiva, aliviar a estos jóvenes
de la pesada losa de la culpa.
Hay
tanto de qué hablar, que casi nunca nos da tiempo para hablarles de condones. Rechazamos
el modelo prohibitivo-preventivo, y apostamos por un modelo comprensivo, e
incluso promocional de una sexualidad sana y responsable.
Y por
supuesto, claro que en el respeto está aceptar la diversidad de género o
sexual, o como quieran, porque no somos normativos. ¿Quien está en la norma? ¿Qué
es ser normal?¿Quién traza los límites de la normalidad? En definitiva, no
hablamos de sexualidad, si no de sexualidades, porque forman parte de las
vivencias de cada chico o chica. Respetamos las ideologías socioculturales y
religiosas, por supuesto. Así es que, desde el respeto que me merece su aportación a la complejidad sexual, no me parece justo que se nos excluya de
este campo, sin conocer cuál es nuestro modelo educativo.
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