A mi perro Bruno que no sabe mentir |
Alguien decía, “si te pregunta si eres horrado y dices que sí, no hay duda…eres un
corrupto”.
El hombre necesita de los demás, por eso es
un ser social. Otra cosa bien diferente es la perversidad de las sociedades
cerradas como grupos de interés, en los que basan su amistad de otro tipo
simbólico, prestigio, estatus, poder. Pero, lo que encierran son beneficios lucrativos, en la falsa apariencia del beneficio
social.
Cualquier grupo o colectivo, se organiza en
torno a unos esquemas claramente definidos. Los ideológicos como supeestructura,
que hay que acatar como un micropoder que lo estrutura todo. Al final, no es
otra cosa que un nuevo totalitarismo ejercido por uno o varios miembros que lo crearon; investidos de un poder
absoluto y que todo gira en torno a él (ellos)
y su doctrina.
Así, entendida la ideología como el conjunto de
creencias inventadas en base a las cuales se organiza el grupo contra un enemigo común. "Nosotros" frente a los "Otros".
La
identidad así es utilizada para dar coherencia al grupo, como señas de
identidad compartidas de pertenencia a ese grupo en cuestión; su ethos
construido en torno a unas mismas creencias, a una misma doctrina cerrada, rígida
e inamovible; que es su base teórica, la cual, nunca debe ser criticada salvo
por el grupo de eruditos investidos de poder. El resto del grupo actuará como
su guardia pretoriana. Defensores de la
línea teórica con más pasión que razón. Dentro se ejerce la coacción, se vigilan
unos a otros permanentemente; deben hacer pública su adhesión incondicional al líder
y sus leyes; y cualquier medio es válido para hacerse visibles: redes sociales,
acontecimientos, reuniones asamblearias, publicaciones. Siempre con lealtad y
fidelidad al poder, porque es el que
premia o castiga.
Cuando
algún miembro del grupo emite una opinión en la falsa apariencia de la actitud crítica,
cuida mucho disentir sobre los principios teóricos doctrinales; luego le queda,
adorarlos, adulando a sus creadores y a
cuanto erudito que la representa. Esto sería como un fariseísmo en cubierto. Un
fanatismo religioso, un fundamentalismo académico, que no atienden más críticas que las que la validan sus líneas
teóricas como doctrina. Los que se atrevan a refutarla serán considerados
herejes; serán desacreditados y arrojados a la hoguera de la indiferencia,
invisibilizados, condenados al ostracismo.
A la memoria de cuando verdaderos eruditos
hicieron por las ciencias sociales y nunca fueron reconocidos en vida, solo tras fallecer y dejaron de ser molestos.
Por ejemplo Norbert Elías