martes, 22 de septiembre de 2015

SOCIEDADES CERRADAS O SOCIEDAD DE LA HIPOCRESÍA

A mi perro Bruno que no sabe mentir
Un rebelde del sistema hegemónico del amiguismo, de lo políticamente correcto siempre que no perjudique tu interés. De un loco disidente del sistema de castas. Un crítico que evita ser manipulado por la apariencia. Uno que valora el esfuerzo y el sacrificio, y desprecia a los que trepan con sus tretas seductoras. Este es el  punto de vista, el mío, del que pretende ser honrado.
Alguien decía, “si te pregunta si eres horrado y dices que sí, no hay duda…eres un corrupto”.
El hombre necesita de los demás, por eso es un ser social. Otra cosa bien diferente es la perversidad de las sociedades cerradas como grupos de interés, en los que basan su amistad de otro tipo simbólico, prestigio, estatus, poder. Pero, lo que encierran son beneficios  lucrativos, en la falsa apariencia del beneficio social.  
Cualquier grupo o colectivo, se organiza en torno a unos esquemas claramente definidos. Los ideológicos como supeestructura, que hay que acatar como un micropoder que lo estrutura todo. Al final, no es otra cosa que un nuevo totalitarismo ejercido por uno o varios miembros  que lo crearon; investidos de un poder absoluto y  que todo gira en torno a él (ellos) y su doctrina.
Así, entendida la ideología como el conjunto de creencias inventadas en base a las cuales se organiza el grupo contra un enemigo común. "Nosotros" frente a los "Otros".
 La identidad así es utilizada para dar coherencia al grupo, como señas de identidad compartidas de pertenencia a ese grupo en cuestión; su ethos construido en torno a unas mismas creencias, a una misma doctrina cerrada, rígida e inamovible; que es su base teórica, la cual, nunca debe ser criticada salvo por el grupo de eruditos investidos de poder. El resto del grupo actuará como su guardia pretoriana.  Defensores de la línea teórica con más pasión que razón. Dentro se ejerce la coacción, se vigilan unos a otros permanentemente; deben hacer pública su adhesión incondicional al líder y sus leyes; y cualquier medio es válido para hacerse visibles: redes sociales, acontecimientos, reuniones asamblearias, publicaciones. Siempre con lealtad y fidelidad al poder,  porque es el que premia o castiga.
 Cuando algún miembro del grupo emite una opinión en la falsa apariencia de la actitud crítica, cuida mucho disentir sobre los principios teóricos doctrinales; luego le queda, adorarlos,  adulando a sus creadores y a cuanto erudito que la representa. Esto sería como un fariseísmo en cubierto. Un fanatismo religioso, un fundamentalismo académico, que no atienden  más críticas que las que la validan sus líneas teóricas como doctrina. Los que se atrevan a refutarla serán considerados herejes; serán desacreditados y arrojados a la hoguera de la indiferencia, invisibilizados, condenados al ostracismo.
A la memoria de cuando verdaderos eruditos hicieron por las ciencias sociales y nunca fueron reconocidos en vida, solo tras fallecer y dejaron de ser molestos. Por ejemplo Norbert Elías