Seducir es un arte y presumir un complejo
Si la
seducción es un arte, no hay arte sin teoría. ¿Estamos capacitados para seducir
o ser seducidos? La seducción es un juego y como tal se rige por sus propias
reglas.
¿Por
qué seducidos?
El ser
humano busca reconocimiento, hacerse visible, tenido en cuenta. Para lo cual es
imprescindible que aparezca ante los demás y pueda o sepa venderse. Sea
aceptado y valorado por los demás.
En el universo de la erótica, la seducción
erótica es la expresión de nuestra condición sexuada. Sujetos sexuados que nos
hace ser sexuales, vivir y expresar nuestra sexualidad ante nuestro objeto de
deseo, la otra persona también sexuada. Se buscan, se atraen, se eligen y se
encuentran por razón de Sexo (Gonzalez, Rául; Gonzalo, Sara*). El sexo aquí
conceptualizado, no como lo que se hace con los genitales, sino el de los Sexos
-hombres y mujeres que se buscan y se atraen en clave de deseo.
En la seducción, ser seducido es lo seductor.
Ser seducido es la mejor manera de seducir. “Nadie si no es seducido, seducirá
a los demás” (Jean Baudrillar).
Si la seducción es un arte, empecemos por la
teoría. ¿Sabemos seducir? ¿Somos capaces de darnos cuenta de las señales? De
percatarnos de que estamos dentro del juego seductor.
Una persona que busca a otra, la elige, le
hace señales, se identifican, se aproximan, hay toma de contacto y si resulta
recíproco, será inevitable el encuentro sexual.
La cuestión es, qué siempre hay seducción. Al
mirar, al caminar, la forma de vestir, de hablar. Todas estas pautas se darán
en la interacción social. Interacciones focalizadas son las que van dirigidas a
personas en concreto. Bien porque nos sentimos atraídos o porque andamos
buscando al otro. Como una necesidad que surge del deseo. Necesidad de expresar
nuestra erótica y de materializarla en el encuentro sexual.
Entonces, ¿porque la figura del seductor ha
tenido mala prensa?
Sí, efectivamente, si la seducción en sí es
más buena que mala, que está implícita en toda interacción social y la que nos
ocupa, la de la erótica, tan necesaria para las relaciones de pareja, que la
seducción es un vehículo fundamental para la estabilidad de ambos. Si es algo
que hay que cultivar. Parece que no se entiende que se haya escrito tanto sobre
lo perverso de la seducción.
Evidentemente, si lo perverso de la
seducción, del seductor, es negar la verdad, haciendo de su verdad el único juego.
Un juego en este caso no compartido. Un reto o un logro cuyo objetivo es la
conquista para alimentar su ego, imponer su poder. Y para eso emplea una serie
de estrategias fabuladoras, embaucadoras. Cuando su objetivo no es conquistar
el amor, sino aumentar en su saldo otra más, que solo permanecerá con ella
hasta que aparezca otra nueva y cuantas más, mejor.
Entonces hablamos del Don Juan, del Casanova,
del mujeriego. Del embaucador, del burlón, del
hechicero.
Figuras mitológicas, bíblicas, literarias, cinematográficas.
Estas han influido en el reforzamiento de la imagen del seductor como tramposo.
En otras culturas, como Trickster, el pícaro divino y embaucador.
Figuras femeninas, como Adán y Eva; Ulises y Circe en la Odesia de Homero. La
Celestina entre Calisto y Melibea. Carmen de Prosper Mérimée. El mito de Lolita de Vladimir Nabokov.
De mujeriego actual, según Anthoy Giddens, es
un personaje obsoleto, puesto que lo que hoy busca lo tiene más fácil que
nunca. Si la mujer antes guardaba la virtud, y los donjuanes de entonces era lo
que buscaban –destruir la virtud femenina y subvertir el orden masculino, el
honor. Hoy, como digo, la mujer está liberada, y si demanda una erótica
igualada con el hombre, ya no existen más obstáculos que los del feeling, o sea correspondencia, reciprocidad
o como decimos compartibilidad.
Notas: Libro de Sexualidad y discapacidad psíquica. (Raúl Gonzales Castellanos y Sara Gonzalo Gail) . Edt. Síntesis. 2014. Interesantísimo libro.
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